Manometría esofágica

Se trata de una técnica que no requiere una preparación compleja para el paciente. El único requerimiento será que el paciente acuda en ayunas de 6-8 horas, para evitar la presencia de alimento en el estómago, que podría crear dificultades durante la prueba.

Para realizar una manometría esofágica se coloca una sonda a través de la nariz, que queda ubicada en el esófago y que permite medir las presiones en el cuerpo del esófago y en los esfínteres esofágico superior e inferior, tanto en reposo como en respuesta a las degluciones realizadas durante la exploración. Los cambios de presión son fácilmente reconocibles en el gráfico que aparece en la pantalla del computador que analiza los datos recibidos.

Durante el estudio se registran las ondas contáctiles (peristálticas) que se producen en el esófago en respuesta a las degluciones secas y húmedas (cuando damos al paciente una pequeña cantidad de agua).
Asimismo, se registran las presiones de los esfínteres esofágicos inferior y superior, así como su respuesta en forma de relajación cuando se realizan degluciones secas o húmedas.

El objetivo del estudio es poner de manifiesto el correcto funcionamiento del esófago o, por el contrario, el hallazgo de las alteraciones que representan los criterios diagnósticos de cada uno de los trastornos motores del esófago.

En la manometría esofágica también se obtiene información muy relevante para la toma de decisiones terapéuticas en los pacientes con enfermedad por reflujo gastroesofágico. En función del comportamiento del esófago durante la manometría se elegirá entre las diferentes alternativas de técnicas quirúrgicas (o endoscópicas) o incluso puede descartarse tal posibilidad.

Los riesgos de la prueba son mínimos dado que no se han registrado complicaciones relevantes. No obstante, sí son inevitables las molestias inherentes a la colocación de la sonda nasogástrica por la nariz, y su mantenimiento durante los 10-15 minutos que demora la prueba.